martes, 25 de julio de 2017

Amor Soviético

Mi pequeña Unión Soviética de Pablo Paredes

Lo que yo/no sé es si ustedes me perdonan/por tener los ojos no enrojecidos/sino rojos como la bandera de un/país que ya no existe /y menos sé si ustedes/celebran que ande insistiendo/con la idea de Chile como un/pedazo aéreo de nosotros. Este libro de Pablo Paredes, con perdón o sin él, se aboca a la misión o a la tarea que describen estos versos. Poner los ojos en un lugar invisible, en un país que ya no existe. Como la Unión Soviética. Reconstruir ese país en la imaginación como un pedazo aéreo de nosotros mismos. Verlo desde arriba. 

La historia del país como un asunto personal. El cruce entre la propia biografía y la época en que le ha tocado a uno vivir. Me parece que esta relación entre dos ámbitos que por lo general se comprenden separados, define una coordenada fundamental de la poética que el autor ha venido desarrollando desde sus primeros libros. Lo personal y lo político, una sola cosa. El país y uno mismo, confundidos hasta tener el mismo nombre. De Raza chilena, un libro anterior de Paredes, el poema El nombre de Chile: Nosotros no significamos nada para Chile/por eso te nominaré así, /y si existe otro Chile antes de ti, te dejaré igual este nombre,/ para que te llames Chile como llamándote Pablo. O como escribe Paredes en los versos de este libro, un libro donde se mezclan las cosas personales y las cosas de la patria: El otro día dije que no iba a escribir/más de las cosas de la historia mía y de/la patria, mentí, como la historia mía y/la de la patria.

Este libro podría ser leído desde ese intento por integrar, en el trabajo con las palabras y el lenguaje, la política y los sentimientos. De proponer, poéticamente, una política del corazón: Y tengo tantas ganas de llorar,/pero un hombre debe ser un hombre como una estrella debe ser/una estrella y todo este plan de megalomanía, toda esta pequeña/Unión Soviética que he levantado sobre mi corazón debe ser/protegida, por eso saqué las plumitas rojas de mi show para/hacer un nido sobre las expectativas literarias. Un país levantado sobre el corazón, escribe Paredes. Aún un país extinto, como la URSS o cierto Chile, puede ser recuperado por la memoria. Una memoria de largo alcance. Una memoria sentimental. Una memoria del corazón. 

Un hombre debe ser un hombre, como una estrella debe ser una estrella. El Cielo, el espacio donde están las estrellas, es justamente el lugar de la alegoría que despliega este texto. Quien habla en primera persona es alguien que ha nacido dos veces. Primero como ser humano común y luego como estrella en la escena donde la madre asiste al hijo adolescente que clava un aro en su lóbulo y decide tener una vida de rock, una vida estelar: SOY UNA ESTRELLA Y DEBO ACEPTAR QUE ES LINDO QUE ME ESTÉ QUEMANDO.

El poeta como estrella de rock. Pero de un rock áspero, sudamericano, como el sonido de los casets de Los prisioneros que, como se relata aquí, el historiador Víctor Muñoz insistía en hacer escuchar al sobrino pequeño. El poeta como rock star de una escena sin glamur, que más bien suena a cumbia y a rabia: Soy una estrella del rock, es cierto, les han informado/bien, pero este rock no tiene ni el más mínimo parentesco con el/sonidito sin miedo de Londres, este rock es guacho por eso suena/como cumbia villera. Su rabia es otra.

Estrellas familiares se titula una de las partes de este libro. La historia de Chile es también aquí la historia familiar. Los retratos de abuelos, padres, hermanos, dibujados contra el fondo del país violento. La dictadura, los feroces años ochenta. Una genealogía de los afectos que se recorta sobre el fondo de un país donde es imposible distinguir entre un adolescente que se mata por amor/y un fotógrafo al que quema una Dictadura. La dictadura como socialización primaria. Como educación sentimental. La dictadura como la pregunta de un niño que vive en ella y quiere saber qué es: Preguntó qué significa/Dictadura / Preguntó si las dictaduras matan a los pajaritos/y le dijeron que los gorriones/ y las palomas no son pajaritos para/ninguna dictadura

Escribiendo estas notas, reviso el libro Mi hijo down publicado en Buenos Aires por Paredes el año 2008. El ejemplar tiene una dedicatoria, fechada siete años atrás, en mayo de 2010: Para mi amigo Jaime, por todo este amor tan soviético que nos cruza. Me parece que en ese amor soviético, en la fuerza de ese amor, se funda esta poesía. Una poesía que quiere reunir en una sola comprensión, en un solo ejercicio de memoria, lo íntimo y lo político. Los poemas de este libro están cruzados por ese amor. El amor soviético es siempre sincero y es una clave de lectura en este texto. Como dice este verso, más bien una instrucción de uso: Este poemario debe ser leído como mi corazón.


Valparaíso. Julio de 2017


Mi pequeña Unión Soviética
Pablo Paredes
Poesía
Cuarto Propio. 2017









Dripping

Santa Victoria de Ricardo Herrera Alarcón


Dripping. Action painting. Expresionismo abstracto. Jackson Pollock chorreando pintura sobre un lienzo blanco dispuesto sobre el piso. Moviéndose a su alrededor con palos, cuchillos, el propio bote de pintura cuyo contenido derrama sobre el lienzo. Moviéndose alrededor de la forma que va apareciendo, poco a poco, con la superposición de los colores, las manchas, los trazos como estallidos. Poner la pintura en el piso para entrar, para estar dentro del cuadro, decía Pollock. No frente, dentro.

Dripping es la palabra que abre Santa Victoria. A continuación se lee el poema La idea es trabajar la estética del chorreo. Sus primeros versos son estos: La idea es trabajar los campos y animales con la estética del chorreo/sin cosa social o reflejo/si todo se apuna, bien/si algo reconocible sale a flote, mejor/contornos definidos pierden memoria/agua olvida sus orillas/pulmones se desentienden del aire. Trabajar los campos y animales, el territorio, el paisaje, practicando el dripping. Esa es la idea aquí. Un texto que se articula con la sintaxis azarosa del chorreo. Palabras e imágenes que caen sobre la superficie de este libro y decantan su estética y su poética. Que trabajan como se describe en el poema Instantánea: Un paisaje se superpone a otro no necesariamente siguiendo una lógica de género o especie/un árbol aparece por debajo de la piel de un puma/toda la sangre de un notro es doblegada por un enjambre/a ratos un pez es un hacha. 

Creo que este libro de Ricardo Herrera podría leerse desde ese ángulo. Su poesía intenta la reconstrucción de un espacio real e imaginario. El sur chileno. Galvarino, Chol chol, Llolletué. Un espacio no sólo geográfico sino también vital y poético. Un trabajo de reconstrucción a través del lenguaje que quiere nombrar ese espacio de una forma distinta al retrato criollista o el realismo postal. Que quiere hacer del lenguaje, de la poesía, una experiencia que nos permita acceder a su complejidad. Que lee este paisaje como un sistema de relaciones. Como una trama que involucra la naturaleza y la política, la biografía y la historia, en un solo dinamismo. 

Esto me parece importante. Pienso en la poesía de Jorge Teillier o Rolando Cárdenas. En aquella poesía que se comprendió a si misma como una tarea de exploración del territorio. De indagación en eso que Teillier llamó el mundo donde realmente habito. Pienso en ciertas lecturas reductivas y empobrecedoras de estas y otras poesías fundamentales y complejas que ha hecho del llamado larismo un cliché, una convención desgastada. Por el contrario, Santa Victoria indaga en la posibilidad de nuevas formas de comprensión y representación. Investiga y ensaya otros ángulos de cámara. Se había prohibido reproducir este mundo chato, la palabra orilla, naufragio/y miraba hacia atrás y sentía nauseas/no sabía qué hacer/pensaba o sentía que respirar, que andar de un lado a otro/presentía que algo iba a nacer fuera de foco/que no era ese el exacto lugar de la cámara. Este libro asume el riego de ese desenfoque. El riesgo de mover la cámara para filmar algo distinto a la película conocida del bucolismo y su idealización del paisaje.

Del poema Veneno para ratas, texto que me parece central dentro del libro: Había existido poco y le daba con esa idea que había un abismo entre pensar y sentir/eso pensaba o sentía, que todo mayo había sido el hombre o la mujer invisible/arrastrando un nido de pájaros en los párpados. Esta poesía intenta, justamente, saltar sobre ese abismo. La distancia, supuestamente insalvable, entre el pensar y el sentir. Apropiarse de un territorio es aquí aprender a escuchar con los sentidos sus señales. Asimilar esas señales. Proyectarlas. A la manera del action painting donde es el cuerpo y no el intelecto el punto de partida. El cuerpo como el origen de la energía, del gesto que se plasmará en el lienzo. La realidad del paisaje solo será aprehensible para una poesía que aprenda a tocarla: Para nosotros la literatura nunca dejó de tener que ver, oler, tocar la realidad escribe Herrera en el poema Nosotros.

Sin embargo, a diferencia del expresionismo abstracto, tantas veces criticado por su apoliticismo, el dripping de esta poesía se practica con plena conciencia de la situación: nada de poemas en la medida de lo posible/nada de palabras hermosas para los oídos de las señoritas/nada de andar inhabilitándose por contradicciones insalvables entre el fondo y la forma/desde la frontera entre Galvarino y Temuco y en plena zona del conflicto étnico/entre el estado mapuche y el estado usurpador chileno. Es importante atender a esa confluencia entre estética y política para leer este libro. Me parece que allí radica en gran medida la fuerza de sus versos. 

Termino estas línea a pocos días de una escena real donde quedó en evidencia, una vez más, el dripping violento que practica el poder chileno. La policía dejando caer una lluvia de bombas lacrimógenas sobre los niños de una escuela rural en Temucuicui. El dripping de la poesía, el que este libro practica, hace todo lo contrario. Sentir el territorio, percibir sus señales. Escribir para estar dentro. Para reconstruirlo desde el lugar en que se cruzan, como en un trabajo de Pollock, el lenguaje y la realidad.




Valparaíso. Junio de 2017

Santa Victoria. 
Poesía
Ricardo Herrera Alarcón
Ediciones Inubicalistas. 2017